Paul Johnson, celebre periodista británico
autor entre otros libros de “Tiempos modernos”, cita como una de las
condiciones del éxito en el matrimonio considerarlo como un trabajo. Quizá
no sea para tanto, pero si parece claro que una de las características de
un buen matrimonio es el trabajo por mantenerlo.
Existe la idea, muy extendida, de que lo básico y consustancial al
matrimonio es el amor como sentimiento. Según esta idea, el matrimonio
funciona mientras funcionen los sentimientos y un indicador de que el
matrimonio es un éxito sería el nivel de sentimiento. Cuando se deja de
sentir por el cónyuge, el matrimonio pierde su sentido y lo mejor es
romperlo. Siguiendo esta idea, luchar por mantener el matrimonio en contra
de lo que dicta el sentimiento sería de hipócritas.
A partir de ese momento muchas personas empiezan a buscar fuera lo que no
encuentran dentro. En vez de concentrar su atención y esfuerzo en recuperar
o reconstruir ese amor se dejan llevar de lo que sienten o de lo más fácil,
sentirse víctimas y buscar consuelos. Tal vez lo que existía no era amor
verdadero sino solo sentimiento.
Un matrimonio cuya fundamento sea el amor como sentimiento, es muy endeble
y puede explicar, en parte, el alto índice de separaciones y divorcios.
Algo tan fundamental y que afecta a aspectos tan íntimos de las personas
como es el amor no puede estar sustentado sobre algo tan frágil y
quebradizo como son los sentimientos. Téngase en cuenta además que los
sentimientos, por su propia naturaleza, son oscilantes y sujetos a
altibajos que en la mayoría de los casos no dependen de la voluntad de uno
mismo.
Los sentimientos dependen de numerosos factores internos y externos al
hombre y a la mujer. Factores tales como la climatología, el cansancio, los
desarreglos hormonales, el stress, etc... hacen que varíen nuestros
sentimientos y estados de ánimo.
El matrimonio debe estar constituido sobre algo más sólido, la felicidad de
las personas (cónyuges, hijos, familiares) está en juego.
Una base sólida
El origen de la atracción hombre/mujer en un primer momento puede situarse
en la esfera física e incluso en la intelectual (las ideas compartidas o
admiradas). El paso siguiente es el enamoramiento, un sentimiento
normalmente intenso, que nos lleva a querer estar con él/ella y a desear
estar solos. Nos sentimos bien a su lado.
Hasta aquí el hombre no ha puesto nada, todo es plácido, dejarse llevar de
lo que apetece y gusta. Esa fuerza sobre la que poco decidimos es la que
guía.
El matrimonio es un paso más de lo hasta aquí explicado. Lo especifico del
hombre es la capacidad de tomar decisiones, de decidir libremente hacer
algo, de no hacer depender su vida de la apetencia. Puede resultar muy
difícil asumir esta idea en un tiempo en el que prima hacer las cosas sin
esfuerzo y en la que se huye del compromiso.
Nos bombardean desde los anuncios, las series de televisión, las revistas y
tantos otros frentes con la idea de que el hombre tiene derecho a la
felicidad y que ésta pasa por satisfacer todos los deseos y evitar lo que
cuesta. Mensajes publicitarios tales como “te lo mereces”, “date el gusto”,
“date un capricho”, etc... hacen onda mella en el subconsciente y terminan
condicionando la actuación de muchas personas que huyen del esfuerzo como
de la peste. Estamos en lo que se ha denominado “pensamiento débil”.
Sin embargo la grandeza del hombre se sitúa precisamente en su poder para
comprometerse libremente y llevar a término lo asumido aunque esto cueste
trabajo y requiera esfuerzo.
Gracias a esta capacidad especifica del ser humano, el esfuerzo y la
libertad, la sociedad ha avanzado. Siempre ha habido hombres y mujeres
esforzados y trabajadores gracias a los cuales existen las vacunas, los
grandes inventos, etc. Seguramente se dieron momentos de cansancio, de
falta de ganas, momentos en los que sin sacrificio y responsabilidad
hubieran abandonado.
Matrimonio y compromiso
Una de las diferencias básicas entre el matrimonio y las parejas de hecho
es precisamente el compromiso. En el matrimonio existe un acto de
compromiso libre y responsable. Quiero a mi cónyuge, quiero lo mejor para
el/ella, quiero vivir mi vida con y para el otro y estoy dispuesto a luchar
por ello. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para mantener ese
compromiso en el tiempo.
Por el contrario, lo que caracteriza a las parejas de hecho es precisamente
la falta de compromiso. Hay un sentimiento mutuo, estamos bien juntos pero
solo mientras dure esto. Se parte de la idea de que cuando no vayan bien
las cosas o falle el sentimiento no hay nada que nos obligue a seguir
adelante, no hay compromiso ni auténtica entrega .
Esta diferencia y la idea social del matrimonio como un mero acto social o
firma de un contrato ha hecho perder al matrimonio su esencia. A nivel
social el matrimonio es como las parejas de hecho pero con papeles. El
siguiente paso es la equiparación a las uniones de homosexuales y en eso
estamos.
Un paso más
Decía que el matrimonio es ese paso más que se da cuando hacemos intervenir
eso que es especifico del hombre, el compromiso. Nos queremos y decidimos
que eso que ahora ocurre queremos mantenerlo y además manifestarlo en
público. En público, entre otras razones, porque ese compromiso genera unos
derechos y deberes que afectan a la sociedad.
Desde ese momento (la boda como manifestación pública del compromiso) se
entra en otra dimensión. Ya no puede ser el sentimiento, que es muy
importante, el que rija la vida de la pareja. Hay que dar paso a la
voluntad, a la libertad y al trabajo diario para mantener el amor.
La afirmación anterior no es muy popular, de hecho una buena amiga me ha
dicho al leer este escrito que los hombres somos muy fríos. Nada más lejos
de mi intención. Vuelvo a repetir que el sentimiento es muy importante pero
no puede ser la guía ni el fundamento de un matrimonio, estaría construido
sobre arena.
Trabajo, esfuerzo y virtud
En la antigua Grecia se entendía que lo que hacía más digno y feliz al
hombre era la adquisición de virtudes. El camino de la madurez humana y de
la felicidad pasaba por el ejercicio de las virtudes. Vivir las virtudes
exigía y exige esfuerzo. Ser ordenado, generoso, sincero, laborioso
.....exige un trabajo. Sin ese esfuerzo es imposible adquirirlas.
A nadie le extraña que el trabajo suponga esfuerzo. Desde que suena el
despertador hasta que se apaga la luz por la noche hay que vencerse en
numerosas ocasiones y, en muchos casos, hacer lo contrario de lo que
apetece. Sin embargo, a pesar de lo dicho, se puede disfrutar del trabajo.
Del trabajo se pueden conseguir muchas cosas positivas. Proporciona
satisfacciones cuando está bien hecho, eleva la autoestima cuando es
reconocido por otros, facilita amistades y relaciones humanas, sirve para
mantener a la familia y lo más importante para los cristianos, supone
participar en la Creación “ayudando” a Dios.
Trabajo y esfuerzo van unidos y sin embargo no por ello el trabajo es algo
que, en general, se considere negativo. ¿Por qué es esto así? Pienso que,
en parte, porque se sabe disfrutar de lo positivo que hay en él.
Buscar lo positivo
Cuando la actitud con la que se afrontan las cosas es positiva, el esfuerzo
pasa a un segundo plano. El impulso de la actitud personal hace que se
obvie lo negativo y se siga adelante apoyados en lo positivo. Un buen
ambiente laboral, que mucho depende de quien trabaja, ayuda a sobrellevar
mejor el trabajo y a hacerlo mejor lo cual nos lleva a una rueda: trabajo
bien, hay buen ambiente, el trabajo luce, me siento bien y por tanto eso me
estimula a seguir haciéndolo bien.
Y aquí llegamos al punto que central de estas consideraciones ¿Por qué no
aplicar estas ideas al matrimonio?
El matrimonio pasa, como ya se ha dicho, en un primer momento por la
efusión del sentimiento y el romanticismo. Mantener la intensidad de esos
primeros momentos es imposible y además resultaría agotadora y,
posiblemente, peligrara la salud por agotamiento.
El éxito en el matrimonio pasa por la idea primera de Jonson. Se podría
enfocar el matrimonio, el amor hombre-mujer, como un trabajo. Como algo que
requiere un esfuerzo y una dedicación. Los primeros beneficiados de un
trabajo bien hecho son los que lo realizan por la satisfacción que produce.
De igual manera, se puede disfrutar del matrimonio “trabajándolo” día a
día, desde el primer momento, aprovechando esa fuerza impulsora que es el sentimiento.
¿Cómo cambiaria la idea del matrimonio si se fuera capaz de encontrar en él
una fuente de felicidad y alegría en los buenos momentos y en los que se
llaman malos? Es la actitud con la que se vive el matrimonio la que
determina en buena medida su éxito.
Trabajar el matrimonio
¿En que consistirá ese “trabajar” el matrimonio? Básicamente en vivir las
virtudes humanas que, según decían los griegos llevaban a la madurez y a la
felicidad. La adquisición de virtudes en el matrimonio lleva a encontrar la
felicidad propia buscando la del otro.
De la misma manera que el insomnio no se vence empeñándose en dormir, la
felicidad no se consigue empeñándose en ser feliz sino procurando que lo
sean los demás. La felicidad no es un derecho, ni dentro ni fuera del
matrimonio. La felicidad es el resultado de una vida de entrega a los
demás, por eso se puede ser feliz aunque se sufra.
Dedicar a lo largo del día parte del tiempo a pensar en cosas pequeñas que
puedan mejorar la relación con la pareja supondría estar “trabajando” el
matrimonio. Buscar minutos para estar a solas con él/ella es “trabajar” el
matrimonio. Impedir que otro/a ocupe en nuestra cabeza el lugar que solo le
corresponde a él/ella (es un compromiso libremente adquirido al casarse) es
“trabajar” el matrimonio, estar pendiente de detalles para hacer más feliz
al otro , es “trabajar” el matrimonio.
Tener el convencimiento de que el matrimonio se hace día a día, que la
ceremonia de la boda solo fue el principio y que, como decía Machado
“caminante no hay camino, se hace camino al andar” es trabajar en lo más
importante de la vida, el matrimonio.
De la misma manera que se ha mencionado la dimensión del trabajo como
“ayuda” a Dios en el proceso de la Creación, no se debería finalizar este
escrito sin abrir una reflexión a la trascendencia del matrimonio.
Dios ha querido que el hombre y la mujer sean coparticipes con Él en la
Creación a través del matrimonio. Cuando dos amigos trabajan juntos por un
mismo objetivo, se ayudan. Ese es el verdadero quicio del éxito
matrimonial, contar con Dios y dejarse ayudar por Él. Nuestro solo esfuerzo
serviría para bien poco.
Unir trabajo, esfuerzo, amor, matrimonio y Dios da como resultado una vida
más feliz para los dos y para los que están alrededor.( Aníbal Cuevas Diplomado en Orientación Familiar )
2. Consultar las palabras desconocidas.
3. Dar solución al crucigrama anexo.
4. Consultar las clases o tipos de matrimonio.(En el
cuaderno)
5. Realizar una exposición sobre la temática estudiada.
6. Evaluación.
Prof.
Andrade.
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